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UNIDAD II. Estructura electrónica y Tabla Periódica de los elementos.


Evolución de los modelos atómicos. Modelo actual del átomo


La comprensión de la estructura atómica ha evolucionado a lo largo de la historia, con diferentes modelos propuestos para explicar la naturaleza de los átomos [1]. El modelo atómico de Dalton, propuesto en 1808, consideraba los átomos como esferas sólidas indivisibles [2]. Este modelo fue el primer intento de describir la naturaleza de la materia en términos de partículas discretas, pero no podía explicar fenómenos como las reacciones químicas y la conductividad eléctrica [3].

Figura 2.1. Evolución de los modelos atómicos.


En 1897, Thomson descubrió los electrones y propuso el modelo del "pudín de pasas", donde los electrones estaban incrustados en una esfera de carga positiva [4]. Este modelo fue un avance significativo, ya que introdujo la idea de que los átomos tenían componentes con cargas eléctricas opuestas. Sin embargo, no podía explicar la dispersión de partículas alfa observada en experimentos posteriores [5].


En 1911, Rutherford llevó a cabo su famoso experimento de lámina de oro y descubrió que los átomos tenían un núcleo pequeño y denso con carga positiva, rodeado de electrones [6]. Este descubrimiento revolucionó la comprensión de la estructura atómica y sentó las bases para el modelo nuclear del átomo. Rutherford propuso que los electrones orbitaban alrededor del núcleo en un espacio relativamente grande, similar al sistema solar [7].


Bohr, en 1913, refinó el modelo de Rutherford introduciendo la idea de que los electrones orbitaban alrededor del núcleo en niveles de energía discretos [8]. Según el modelo de Bohr, los electrones solo podían ocupar ciertos niveles de energía específicos y podían saltar entre estos niveles emitiendo o absorbiendo energía en forma de fotones. Este modelo explicaba con éxito el espectro de emisión del hidrógeno, pero tenía limitaciones para átomos más complejos [9].


Sommerfeld, en 1916, extendió el modelo de Bohr introduciendo órbitas elípticas y la idea de números cuánticos para describir la energía y la orientación de los electrones en los átomos [10]. Este modelo mejoró la precisión de las predicciones espectrales, pero aún no podía explicar completamente la estructura fina de los espectros atómicos y la distribución de los electrones en átomos multielectrónicos [11].


El modelo actual del átomo, basado en la mecánica cuántica, describe el comportamiento de los electrones utilizando funciones de onda y orbitales atómicos [12]. Heisenberg y Schrödinger desarrollaron la mecánica cuántica en la década de 1920, sentando las bases para la comprensión moderna de la estructura atómica [13,14]. La mecánica cuántica introduce el concepto de dualidad onda-partícula y el principio de incertidumbre, que establece que no se pueden conocer simultáneamente la posición y el momento de un electrón con precisión absoluta [15].


En el modelo cuántico, los electrones no se consideran partículas puntuales que orbitan alrededor del núcleo en trayectorias definidas, sino que se describen mediante funciones de onda que representan la probabilidad de encontrar un electrón en una región específica del espacio [16]. Los orbitales atómicos son regiones del espacio donde es más probable encontrar un electrón con una energía y un conjunto de números cuánticos específicos [17].


El modelo cuántico del átomo ha sido respaldado por numerosos experimentos y ha permitido explicar y predecir una amplia gama de fenómenos químicos y físicos, como la estructura molecular, las propiedades espectrales y la reactividad química [18]. Sin embargo, es importante tener en cuenta que incluso el modelo cuántico es una aproximación y puede tener limitaciones en ciertos casos, como en la descripción de sistemas altamente correlacionados o en condiciones extremas [19].


A pesar de sus limitaciones, el modelo cuántico del átomo sigue siendo el pilar fundamental de nuestra comprensión actual de la estructura atómica y ha abierto el camino para el desarrollo de campos como la química cuántica, la física del estado sólido y la nanotecnología [20].


Números cuánticos y la configuración electrónica de los átomos


En el modelo cuántico del átomo, los electrones se describen mediante cuatro números cuánticos: principal (n), azimutal (ℓ), magnético (mℓ) y de espín (ms) [21]. Estos números cuánticos definen el estado cuántico de un electrón en un átomo y proporcionan información sobre su energía, forma, orientación y comportamiento magnético.


El número cuántico principal (n) determina el nivel de energía principal y el tamaño promedio del orbital. Toma valores enteros positivos (1, 2, 3, ...) y está relacionado con el período de la tabla periódica. A medida que n aumenta, el electrón se encuentra en niveles de energía más altos y los orbitales son más grandes [22].


El número cuántico azimutal (ℓ) describe la forma del orbital y el subnivel de energía dentro de un nivel principal. Toma valores enteros desde 0 hasta (n-1) y se denota por letras (s, p, d, f, ...). Los orbitales con diferentes valores de ℓ tienen diferentes formas: los orbitales s son esféricamente simétricos, los orbitales p tienen forma de mancuerna, los orbitales d tienen formas más complejas, y así sucesivamente [23].


El número cuántico magnético (mℓ) especifica la orientación espacial del orbital dentro de un subnivel de energía. Toma valores enteros desde -ℓ hasta +ℓ, incluyendo el cero. Por ejemplo, para un subnivel p (ℓ = 1), hay tres valores posibles de mℓ: -1, 0 y +1, que corresponden a los tres orbitales p orientados a lo largo de los ejes x, y y z [24].


El número cuántico de espín (ms) describe el giro intrínseco del electrón y su comportamiento magnético. Toma valores de +1/2 (espín hacia arriba) o -1/2 (espín hacia abajo). De acuerdo con el principio de exclusión de Pauli, no puede haber más de dos electrones en un orbital, y si hay dos electrones, deben tener espines opuestos [25].


La configuración electrónica de un átomo describe la distribución de los electrones en los orbitales atómicos [26]. Los electrones llenan los orbitales en orden de energía creciente, siguiendo tres reglas principales:


  1. Principio de Aufbau: los electrones ocupan los orbitales disponibles de menor energía antes de llenar los de mayor energía [27].

  2. Principio de exclusión de Pauli: no puede haber más de dos electrones en un orbital, y si hay dos electrones, deben tener espines opuestos [28].

  3. Regla de Hund: para orbitales de igual energía (por ejemplo, los tres orbitales p), los electrones se distribuyen primero con espines paralelos (uno en cada orbital) antes de emparejar los espines [29].


La configuración electrónica se representa mediante la notación de subcapas, donde cada subcapa se denota por un número y una letra (por ejemplo, 1s, 2p, 3d) seguidos de un superíndice que indica el número de electrones en esa subcapa [30]. Por ejemplo, la configuración electrónica del carbono (Z = 6) se escribe como 1s² 2s² 2p², lo que significa que tiene dos electrones en la subcapa 1s, dos en la subcapa 2s y dos en la subcapa 2p.


Las configuraciones electrónicas son fundamentales para entender las propiedades químicas de los elementos, ya que los electrones de valencia (los electrones en el nivel de energía más externo) son los que participan en la formación de enlaces químicos y determinan la reactividad de los átomos [31]. Además, las configuraciones electrónicas proporcionan una base para entender la periodicidad de las propiedades de los elementos en la tabla periódica [32].


Estructura de la Tabla Periódica de los elementos en función de la configuración electrónica de los átomos. Diagramas de Lewis


La Tabla Periódica de los elementos es una herramienta fundamental en química que organiza los elementos químicos en función de su número atómico y su configuración electrónica [33]. La tabla periódica actual consta de 118 elementos confirmados, distribuidos en 7 períodos (filas) y 18 grupos (columnas) [34].


Los elementos en el mismo período tienen el mismo número de capas electrónicas, y a medida que avanzamos de izquierda a derecha en un período, el número atómico y el número de electrones de valencia aumentan [35]. Por ejemplo, los elementos del primer período (hidrógeno y helio) tienen una capa electrónica, mientras que los elementos del segundo período (litio a neón) tienen dos capas electrónicas.


Los elementos en el mismo grupo tienen configuraciones electrónicas similares en su capa de valencia, lo que les confiere propiedades químicas similares [36]. Por ejemplo, los elementos del grupo 1 (metales alcalinos) tienen un electrón de valencia en un orbital s, mientras que los elementos del grupo 18 (gases nobles) tienen capas de valencia completas, lo que los hace químicamente inertes [37].


La configuración electrónica de los elementos se puede deducir a partir de su posición en la tabla periódica. Por ejemplo, el sodio (Na), que se encuentra en el período 3 y el grupo 1, tiene una configuración electrónica de [Ne] 3s¹, lo que significa que tiene la misma configuración electrónica que el neón (Ne) más un electrón en el orbital 3s [38].


Los diagramas de Lewis son representaciones gráficas de la configuración electrónica de valencia de un átomo, molécula o ion [39]. En estos diagramas, los electrones de valencia se representan como puntos alrededor del símbolo químico del elemento, con pares de electrones enlazantes y no enlazantes [40].

Para construir un diagrama de Lewis, se siguen estos pasos:


  1. Determinar el número total de electrones de valencia sumando los electrones de valencia de cada átomo [41].

  2. Dibujar el esqueleto de la molécula o ion, colocando los átomos y los enlaces sencillos que los conectan [42].

  3. Distribuir los electrones de valencia restantes como pares solitarios (no enlazantes) alrededor de los átomos, completando primero los octetos de los átomos más electronegativos [43].

  4. Si quedan electrones después de completar los octetos, se pueden formar enlaces dobles o triples entre los átomos [44].


Los diagramas de Lewis son útiles para predecir la estructura y la geometría molecular, ya que muestran la disposición de los electrones de valencia y los enlaces en una molécula [45]. Además, ayudan a entender conceptos como la resonancia, la carga formal y la hibridación de orbitales [46].


Sin embargo, es importante tener en cuenta que los diagramas de Lewis tienen algunas limitaciones. Por ejemplo, no representan la geometría real de las moléculas (que se puede predecir usando la teoría de repulsión de pares electrónicos de valencia, VSEPR) y no pueden describir adecuadamente moléculas con electrones deslocalizados o enlaces de tres centros [47].


A pesar de estas limitaciones, los diagramas de Lewis siguen siendo una herramienta valiosa para visualizar la estructura electrónica de las moléculas y predecir su comportamiento químico [48]. Junto con la tabla periódica y las configuraciones electrónicas, los diagramas de Lewis proporcionan un marco conceptual para entender la química de los elementos y sus compuestos.


Propiedades periódicas de los elementos. Radios atómicos, energía de ionización, radios iónicos, afinidad electrónica y electronegatividad


Las propiedades de los elementos varían periódicamente en función de su número atómico y su posición en la Tabla Periódica [49]. Estas propiedades periódicas incluyen el radio atómico, la energía de ionización, el radio iónico, la afinidad electrónica y la electronegatividad, entre otras.


El radio atómico es la distancia desde el núcleo hasta el orbital más externo ocupado por electrones en un átomo [50]. El radio atómico disminuye de izquierda a derecha en un período, debido a que la carga nuclear efectiva aumenta, atrayendo más fuertemente a los electrones [51]. Por otro lado, el radio atómico aumenta de arriba a abajo en un grupo, ya que se añaden capas electrónicas adicionales, aumentando la distancia entre el núcleo y los electrones de valencia [52].


La energía de ionización es la energía mínima necesaria para eliminar un electrón de un átomo en estado gaseoso [53]. La primera energía de ionización se refiere a la eliminación del primer electrón, la segunda energía de ionización a la eliminación del segundo electrón, y así sucesivamente [54]. La energía de ionización aumenta de izquierda a derecha en un período, ya que es más difícil eliminar un electrón cuando la carga nuclear efectiva es mayor [55]. La energía de ionización disminuye de arriba a abajo en un grupo, debido a que los electrones de valencia están más alejados del núcleo y menos fuertemente atraídos [56].


El radio iónico es el tamaño de un ion, que puede ser un catión (ion con carga positiva) o un anión (ion con carga negativa) [57]. Los cationes son más pequeños que los átomos neutros correspondientes, ya que han perdido electrones y tienen una mayor carga nuclear efectiva, lo que atrae más fuertemente a los electrones restantes [58]. Los aniones son más grandes que los átomos neutros, ya que han ganado electrones y tienen una menor carga nuclear efectiva, lo que permite que los electrones se alejen más del núcleo [59].


La afinidad electrónica es la energía liberada cuando un átomo en estado gaseoso acepta un electrón para formar un anión [60]. Una afinidad electrónica más negativa indica una mayor tendencia a ganar electrones y formar aniones estables [61]. La afinidad electrónica generalmente aumenta (se vuelve más negativa) de izquierda a derecha en un período, ya que los átomos con mayor carga nuclear efectiva atraen más fuertemente a los electrones adicionales [62]. La afinidad electrónica es más negativa para los elementos no metálicos, que tienen una mayor tendencia a ganar electrones [63].


La electronegatividad es la capacidad de un átomo para atraer electrones en un enlace químico [64]. La escala de electronegatividad más utilizada es la de Pauling, que asigna valores relativos a los elementos basándose en las diferencias de energía de los enlaces [65]. La electronegatividad aumenta de izquierda a derecha en un período, ya que los átomos con mayor carga nuclear efectiva atraen más fuertemente a los electrones [66]. La electronegatividad disminuye de arriba a abajo en un grupo, debido a que los electrones de valencia están más alejados del núcleo y menos fuertemente atraídos [67].


Estas propiedades periódicas están interrelacionadas y se pueden explicar en términos de la configuración electrónica de los elementos [68]. Por ejemplo, los elementos con menor radio atómico y mayor energía de ionización tienden a tener mayor electronegatividad, ya que pueden atraer más fuertemente a los electrones en un enlace [69].


Comprender las tendencias periódicas de estas propiedades es esencial para predecir el comportamiento químico de los elementos y sus compuestos [70]. Por ejemplo, los elementos con alta electronegatividad (como el flúor y el oxígeno) tienden a formar enlaces covalentes polares y compuestos moleculares, mientras que los elementos con baja electronegatividad (como los metales alcalinos) tienden a formar enlaces iónicos y compuestos iónicos [71].


Además, las propiedades periódicas influyen en la reactividad y la estabilidad de los elementos y sus compuestos [72]. Los elementos con bajas energías de ionización y bajas electronegatividades (como los metales alcalinos) son altamente reactivos y forman compuestos iónicos estables, mientras que los elementos con altas energías de ionización y altas electronegatividades (como los gases nobles) son químicamente inertes y forman pocos compuestos estables [73].


El conocimiento de las propiedades periódicas también es fundamental para entender la estructura y las propiedades de los materiales [74]. Por ejemplo, el tamaño de los átomos y los iones influye en la estructura cristalina y las propiedades físicas de los sólidos iónicos y metálicos [75]. La electronegatividad y la polaridad de los enlaces determinan las propiedades eléctricas y ópticas de los materiales moleculares y covalentes [76].


En resumen, las propiedades periódicas de los elementos, como el radio atómico, la energía de ionización, el radio iónico, la afinidad electrónica y la electronegatividad, varían de manera predecible a lo largo de la tabla periódica [77]. Estas propiedades están determinadas por la configuración electrónica de los elementos y influyen en su comportamiento químico, reactividad y estabilidad [78]. Comprender las tendencias periódicas es esencial para predecir las propiedades y el comportamiento de los elementos y sus compuestos, y para diseñar nuevos materiales con propiedades específicas [79].


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